Parecióme conveniente y adecuado contaros hoy en el blog cómo este Cruzado Mágico vino a conocer al actual propietario del Castillo Hospitalario de Añón, que el Altísimo Todopoderoso siga protegiendo durante las venideras centurias. Sabido es que durante años fui Juglar, y que con mis trinos jacarandosos conocí no poco éxito en estas Españas que hoy andan tan revueltas por antiguos predios de la Corona de Aragón. Una de mis composiciones en cuadernavía, Non olvides el tocado cuando vayas al Condado, fue muy celebrada en el verano de 1187.
Más de ocho siglos después hice una nueva versión con un par de goliardos que formamos trío y dimos en llamarnos Puturrú de Fuá. Pero, ¡ca!, a lo que íbamos… Estando un día cabalgando a lomos de esas ruidosas caballerías que llaman motocicletas, y disponiendo de esa especie de caracola moderna que permite escuchar voces de gentes muy distantes de uno (¿móvil le llaman?) recibí una llamada de un afamado médico zaragozano, que, a la sazón, era por entonces miembro del Concejo.
“¿Eres el de Puturrú de Fuá?”, preguntóme. “Correcto”, respondí en lengua vernácula contemporánea. Resultó querer que tañera mi lira y cantara mis coplas en Las Cuevas de Añón para celebrar el Día del Murciélago Europeo. Yo, a esas alturas, no extrañábame de nada ya. Que había subvención. Y ya se sabe, donde hay subvención, florece la emoción. Y allí que fui y que trové. Así que conocí a Don Pedro de Serrano y de los Ríos, Señor del Castillo de Añón, gracias a esas pequeñas ratas volanderas que ven sin ojos. ¿Y cómo es que acabé de Guardián entre estos muros? Eso, vuesas mercedes, tendrán que esperar a la próxima entrega para saberlo.
